miércoles, 25 de febrero de 2015

Nadie


Nadie sabrá de mis trincheras, ni que perdí mi causa en tu guerra y que ahora opto por hablar de lo social porque me enciende todo lo que detiene al hombre. 
Sé de un abecedario de furias contra mudos. De los muchos y los pocos que se cuentan con los dedos, cuando hay que sacar pecho para decirle ¡¡Basta!! al que te ahoga. 
¡Normal! Demasiado miedo a perder tu trabajo y que tu hogar se venda en las subastas de un banco. 

Amo la soledad de este naufragio cuando a las tantas de la noche me mira y se desviste de nieve entre mis dedos. Leo poemarios. ¡Sí! El dolor de los otros se me ha hecho necesario, pero mi herida es combatiente y sé que va sanando en la lucha o la utopía por un mundo mejor. 

Abrazo siempre fuerte a mis amigos. Sé que por ahora, a más de cinco mil millas de ti,  cuando algún valiente se me acerca; una boa me muerde las entrañas, y trato de sonreír pero otra que no soy yo: se aparta. 
Porque aprendes a construirte como de alfanje y a solas o mejor ni te mojas. 

Me gusta mucho la gente que habla de sus sueños; de aquello en lo que cree, lo que espera, lo que ofrece. 

Vibro en lo transparente. La mentira es más gris que la desgracia de no saber ser uno mismo. Cobarde, en mi lenguaje, es solo un eufemismo de sin alma y sin sangre. 

Ya sé que juzgar es de insensatos, pero si mi abuelo levantara la cabeza te partiría la boca a ti y a cada puto ambicioso que tapa su daga con corbata y asoma por el mundo para robar a otros.

Una vez, escribí en un cuaderno: "sobrevivo" 
Lo releo y tacho el "sobre" porque:
¡VIVO! y si me paro a pensarlo, estoy mejor que muchos...
Nunca me culpo de lo nuestro. Cada paz tuvo su hoguera y sé que si me pongo al desamor, voy a escribirle muy malos poemas. 
Por eso, esta es la piel de mi trinchera. 
A mí lo que me importa es la dignidad y la vida, ¡joder! Porque tengo un trabajo, donde veo gente muy enferma que a veces la pierde y no deja de luchar. 
Vivir es tener hambre, sangrar, sonreír, llorar  y tenderle tu brazo al que se apaga en llamas. 
Cuando sales del lodo lo constatas. Empiezas a hablar de fuerza y resiliencia. Hablas y te callas el puto vértigo. Tratas de ayudar a otros; a veces lloras con ellos y apenas nombras tus rotos. 
¿Sabes? Tengo una pancarta que grita: ¡¡¡NO MÁS RECORTES!!!
La guardo en el armario y de lo nuestro, intento crecer a solas. Porque mis sueños son más grandes que el candor de este incendio y su aurora.   Los versos vienen a mí, y ya nunca me hablan de matarte o morir. 

Ahora, estoy por otras cosas... 
Vivo y aún conservo mi trabajo en un hospital de la sanidad públicaY tengo una pancarta absoluta en el armario, que cuando hace falta sale y grita: 


¡¡ RECORTAROS VOSOTROS, LAS PELOTAS !!

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