sábado, 8 de noviembre de 2014

Escribíamos y mordíamos el fuego


Escribíamos y mordíamos el fuego
o mejor podría decirte: éramos el fuego... 
Así se nos conoce. 
Que tonta esa etiqueta que resume "poeta" y poeta parece solo un personaje. Un equilibrista niño o un torpe trapecista subido a la colina del sentimiento humano.
Poeta, es emergencia y lluvia sobre fuego.
Y tú lo que no sabes, es que llevo un alma salvaje, como un león rugiéndome...
Las palabras son hálitos de sangre. 
Labios testimoniosos, recónditos paisajes del corazón-paraje. 
Si soy, Soy para vivir el fuego. 
Si escribo, lo hago para seguir viviendo.
Nada tiene sentido si no hay por dentro un rojo más vivo que el de la propia sangre. 
¿A quien le importa un verbo que no fecunde el aire?
¿Y quien no se ha visto a sí mismo, desnudo y roto contra el abismo de un amor-pura-sangre?

Mira como abro mis brazos en cruz...
¡Dispárame! 
Si no lo haces, nunca sabrás hasta que punto existo para poner mi mano sobre el fuego.
¡Dame un mundo o un beso! porque si no lo haces, no podrás ser llamado hombre. 

Yo vengo del lugar donde la emergencia es grande.
Y aquí, estamos necesitando tanto amor...
Vivimos entre paneles de abejas, aglomerados.
Ochenta metros cuadrados son puro y auténtico lujo. 
Somos ventanas abiertas al mundo,  en ciudades que presumen de ser cosmopolitas. Boulevares de la risa o la hecatombe, veneno para el corazón de los de mi lugar y yo... 
Ya solamente me alzo para pedir abrazos que nos abarquen los siglos o los días. Y que llueva, mejor, siempre del lado bueno. 
Que de una vez por todas; la puta navidad no llene la pobreza y sus rincones de luces brillantes que no saben a pan, ni nutren a aquellos que solo va sumando días, como quien da un mal paso y sigue coagulando su calvario.

Llegar o no llegar a fin de mes...
Y siempre, los mismos gilipollas golpeando con la vara del poder... ¡Su corazón de hielo, esparce tanto frío en las ciudades!
Y yo, que como fuego me he pedido solo un beso tuyo.
¡Joder, un beso! Y un despertar para el mundo... 
Porque ¿sabes? del lugar del que yo vengo, la vida a fin de cuentas, nos dura, lo que nos dura la piel del corazón. Esa tela tan fina, que me sigo zurciendo como quien va viviendo y dice: ¡Ven y ámame o mátame!
Pero si vas a hacerlo; dame justo en el centro, ahí donde el amor te viene grande...

¡Maldita Navidad en Noviembre!
Sé que estamos temblando porque vamos a morir de tanta nieve.
Y yo, que soy de aquellos que escribíamos para morder el fuego; sé que ¡Nunca me rendiré!
Habitaré la noche y ella será mi traje y no diré jamás que en este insomnio admito que te amo, como no se sabe amar la humanidad;
aquí en las ciudades jaula, o en el verde los parques.

Escribíamos y mordíamos el fuego...
Era también una manera muy diestra de querer zurcirse el corazón
¡Qué tonta esa etiqueta que resume "poeta"
en una sola palabra!

"mujer de aire"


1 comentario:

Rafael dijo...

Me quedo con un verso que tomo y hago mío:
"...Si escribo, lo hago para seguir viviendo..."
Un abrazo en la noche.