lunes, 7 de junio de 2010

Libre... Esta noche: hagamos el amor en el jardín...


Libre


“Esta noche: hagamos el amor en el jardín”

Yo era libre. Verdaderamente libre. Libre de miedo, de culpa, de antiguos amarres, de cazadores y presas frágiles cazadas entre sus manos…
Por entonces, yo ya había alcanzado mi propio sueño.
Tenía una casita frente a la playa y un jardín con dos olivos bastante grandes, un montón de hierba por donde caminar siempre descalza y un sinfín de jazmines plantados por cada uno de los rincones, que desprendían su aroma al caer la tarde.
Y allí en medio de todo; tenía a mis dos hijos corriendo felices por la vida y la propia historia de mi vida escrita a puño y letra corriendo por mis manos.
Haciéndose real frente a mis ojos, el sueño al fin cazado o alcanzado.
Marcos estaba a mi lado, conquistando el tiempo que nos faltara aún para conquistar todo lo demás.

_ ¡Para ya, mujer…!_me dijo alzando la voz_ Para ya de escribir, que se te van sin darte cuenta las horas, que se hará pronto de noche y están empezando ya las olas a deshacer la playa y yo me voy a ir marchando a hacer las fotos del mar.

Levanté la cabeza para mirarlo. Miré también a mi alrededor. Era cierto, la tarde estaba cayendo y el olor a mar se hacía cada vez más intenso.
Como casi siempre, a esas horas, él llevaba su nikon colgando sobre el pecho, sostenida por la trincha que la unía a su cuello.
Me dijo adiós, con un gesto y una cálida sonrisa en los labios y se marchó caminando lentamente, antes de que cayera la luz del día, a hacer sus fotos frente al mar y yo seguí escribiendo otro rato más, hasta que regresó de nuevo, y lo vi acercarse jugando como un niño con unas conchas que había encontrado en la orilla y que bailaban entre sus manos desprendiéndose de sus granitos de arena.

Sonrió cuando vio que yo seguía en el mismo lugar donde me había dejado. Ya casi había terminado aquel capítulo de la novela y él se acercó y besando una de mis mejillas me preguntó:

_ ¿Quieres que las descarguemos ahora para verlas? Creo que hay alguna que te va gustar, pero sobre todo, sé que hay una de ellas que va a encantarte__ me dijo mientras señalaba la nikon.

Le dije que sí. Casi cada atardecer, Marcos hacía fotos del mar, cerca de casa, y yo iba llenando día tras día mi portátil de nuevos fondos de pantalla que me inspiraban, cada vez que me quedaba en blanco y sin palabras para relatar mis pequeñas historias.
Tenía razón, una de las fotos de aquella tarde era preciosa, parecía que las olas te salpicaban desde la imagen y le dije que me gustaba muchísimo, que era la mejor que había hecho en mucho tiempo.
Él sonrió orgulloso y me preguntó que era lo que había estado escribiendo aquella tarde. Le pedí que se acercara para leerlo.

_ ¿Puedo?_ me dijo mientras se quitaba la cámara y la dejaba sobre la mesa algo impaciente.
_Claro que sí, le dije yo.
Y empezó a leer a media voz, mientras una sonrisa aparecía en sus labios conforme iba avanzando por el texto:

“Esta noche amor mío, haremos el amor en el jardín…
Que la lluvia rocío que está posándose sobre el césped se pierda en la piel de nuestros cuerpos como millones de besos sin labios que nos calen.
Esta noche seremos solamente mundos tibios y manos niñas y bocas húmedas deleitándose, que no haya más laberintos que el de tu amarre con mi cintura, que no haya más latir que el de nuestras vísceras acoplándose al unísono, que mi núcleo volcánico, ese que a veces a ti te deja tan maravillado, sea el centro y el origen de tus placeres cuando cabalguemos por esos mundos de nuestro querernos cuerpo a cuerpo, cuando estás allí todo tú dentro de mi...
Esta noche que tus labios se beban mi mundo entero, mi jardín floreciente de humedades y mis senos de mujer hecha de arcilla para tus manos…
Esta noche vamos a hacernos el amor con la locura propia, del último día viviendo sobre la tierra y con el fuego puro ardiéndonos en las entrañas, y vamos a ponerle al amor un nombre nuevo para que no nos sepa al mismo amor que cada noche nos ha estado enredando en un rincón de la cama. Que este lecho, mi amor, es hoy muy grande y muy verde y aquí nos sobran las ganas y el deseo y el hambre de nosotros mismos y luna sólo hay una y mar sólo hay uno que nos está mirando desde la playa, encadenando sus olas al rumor de nuestra loca danza sobre la hierba.
Así que hagamos vida mía del temblor de nuestra noche, del mojarse y calarse y estremecerse y habitarse nuestros cuerpos hechos enredo, un juego y un lenguaje sin más palabras que las que nos dicte el deseo y las que nos pronuncien nuestras pieles encendidas.
Y hagamos de la furia del querernos, vida mía, hagámonos fluidos destilándose sin sábanas, ni techos que nos arropen.
Y llévame esta noche sobre tu vientre amor mío, a recorrer tus ganas de selva y de hembra ardiente, a mecerme y cimbrearme sobre tus infinitos pulsos quemándome dentro y a perderme de mi origen milenario y de mi yo más profundo para vivir en el tuyo, y que con cada uno de esos besos de tu boca invertidos, colándose por los pliegues de mis selvas, de mi pubis hecho mares de agua, no dejes que me caiga en el abismo cuando me arranques finitos los suspiros y árdidos los gemidos en cada avance de lengua con que me recorras.
Y esta noche, mi vida, que el alma se me voltee hacia la luz de tu azul de mares instantáneos y que el triple delirio de cada desvanecerme contigo entera me haga voltearte a ti también en el sentir de tu locura de placeres y así de tu licuarte en fuego, volcar en mí: el néctar secreto del paraíso.

Y bébeme por los sesos, amor mío ,las ganas de pensar que ya puedo morirme, apenas unos instantes después de amarte, y bébete el silencio del deseo de mis labios, cuando me arranques el último gemido y amárrate amor mío a estos espasmos de mi cuerpo y llámale a este cuerpo mío mar y a ese cuerpo tuyo tierra y volcán y lava y fuerza sin nada ni nadie que la derrumbe.
Y no te duermas todavía, guerrero mío, hasta que no vuelvas a amarme una vez más, a hacerme el amor de otra manera nueva para que así cuando amanezca, tengamos todas las huellas prendidas en nuestras carnes de que el amor en el jardín también existe y nos sienta tan bien que nos destila en pura vida, y así tanto nos conviene y nos renueva y nos satisface muchísimo la piel y el alma.
Y así nos reconoce, amor mío... hijos y hermanos del mismo dulce delirio…”

Aquella tarde-noche, vivimos los dos en la impaciencia de las horas, hasta que al fin llegó la noche inacabable y cerramos con llave la puerta de nuestra casa y mientras los niños dormían, Marcos y yo pasamos toda la noche haciendo el amor en el jardín de aquella manera; sin mantos extendidos sobre la verde hierba, ni sábanas, ni techos arriba, cubriéndonos, sólo abriendo los ojos hacia al cielo y entregándonos tal como yo lo había escrito horas antes, mientras él se había marchado a fotografiar el mar que tantas palabras me seguía inspirando a mi, para amarlo cada día más mujer, más ardiente y más sabia.

mayde molina

Imagen "viento a favor " de Teresa Salvador, "Fábulas" en flickr:

http://www.flickr.com/photos/teresafabulas/4167488154/in/set-72157603599392902/

Imagen de los amantes de autor desconocido


3 comentarios:

Jose Zúñiga dijo...

Creo que ya te lo he icho otra vez: me gusta mucho esta forma tuya de ensamblar historias.
Bs

Teresa Fábulas dijo...

Hola Mayde, ya de vuelta!
Vengo de la ciudad de la luz y el amor y me encuentro con este regalo de tu poema Libre...
Intenso, vibrante, dulce... me gusta como escribes :)
Besos

TORO SALVAJE dijo...

El jardín como lecho.
Me has hecho recordar otro jardín de hace años.
Gracias.
Muy bonito y apasionado.

Besos.