domingo, 28 de marzo de 2010

La lluvia milagro





Recuerdo todavía aquel verano en Andalucía. Era el mes de agosto y estábamos pasando nuestras vacaciones en un pequeño pueblo de Córdoba donde vivía casi toda mi familia.
Mi abuela tenía una higuera enorme y vieja en el patio de su casa y un sinfín de macetas con flores inundando las paredes y los rincones de color.
Siempre pensé que ella tenía la fuerza de adivinar cada uno de mis pensamientos si se lo proponía y en sus ojos claros, aun cuando ya se hizo muy mayor, seguía chispeando el fuego y la brisa de una mirada limpia y sin trampas.
Aquel verano descubrí, que le habían salido un montón de arrugas en torno a los labios y más tarde comprendí que no habían sido repentinas, como a mi me pareció en aquel momento, sino que cada una de ellas había crecido con el tiempo, surcando un camino tenue en torno a su boca. Dejando la huella de los silencios y del dolor que había contenido en el transcurso de aquellos difíciles años apretando bien fuerte los labios.
Las tardes más calurosas, yo solía dormir una pequeña siesta bajo la higuera. Un día me despertó su voz canturreando feliz, sólo porque estaba empezando a llover.
La miré sorprendida ante aquella repentina dicha y entonces ella me explicó, que aquello si que esra un verdadero milagro en Andalucía.




Y sacó rápidamente los cubos de metal al patio y al poco rato, un sonido tintineante empezó a repicar en su interior mientras las gotas caían y los llenaban haciendo música con el agua.
A lo largo de aquel verano, hubo alguna tarde más de lluvia; a veces era una lluvia rocío muy finita, que llenaba las hojas y las flores de gotitas brillantes y minúsculas y otras era un lluvia brava y torrencial, que encharcaba completamente el patio y chorreaba surcando como pequeños ríos por el viejo tronco de la higuera.
Pero siempre, después de la lluvia, el cielo se despejaba y la tarde se teñía de colores, mientras mi incansable curiosidad le volvía a preguntar a ella por qué se había puesto de repente el cielo de aquella manera y las nubes en torno al sol lucían tan anaranjadas…
Y mi abuela me contaba, guiñándome un ojo, que aquello simple y sencillamente era magia. Que había alguien allí arriba pintando con su paleta el cielo, solo por el placer de que los humanos pudiésemos ver con nuestros ojos aquella hermosura desde la tierra, Y yo, por aquel entonces bastante conformo con la explicación sonreía también y me imaginaba aque Dios pintor que con la bata y las manos llenas de manchas coloreaba la tarde a su antojo.
A veces, mi fantasía me llevaba a imaginarme hasta a su madre… Que tal vez lo regañaría, como hacía conmigo la mía cuando me ensuciaba las manos y la bata con las témperas, tratando de dar color mis pequeños mundos de garabatos, sobre el papel que más tarde mi abuela colgaría orgullosa en las paredes de su casa.
Una de aquellas tardes intensamente rojas, nos tumbamos las dos bajo la higuera, mirando solamente las nubes, hasta que vimos aparecer en el cielo la primera estrella despuntando.
Entonces ella me contó que aquella estrella era “el Lucero del alba”, porque era el astro que más brillaba cuando empezaba a caer el sol y ya no desaparecía hasta bien entrada la luz de la mañana.
Hoy, que sé que no era una simple estrella sino que se trataba del planeta Venus, recuerdo que le pregunté a ella aquella tarde, quien había decidido que fuese justo “el Lucero” la primera y la última estrella que debía brillar en el cielo. Ella contestó muy seria, que por supuesto también era Dios.
Yo sonreí de nuevo sorprendida y ella entonces me dijo, que tenía los hoyuelos de Venus en las mejillas cuando me reía y que eso iba a regalarme sin duda una vida afortunada.
………………..
Ahora estoy contemplando de nuevo Venus; sus destellos por momentos se están tornando anaranjados, veo a través de la ventana los matices de su color y pienso que eso sucede porque está tan cerca del sol que es capaz de reflejar los tonos de éste en el ocaso.
Hace una hora que quedó atrás tu Nueva York y estamos volando ya a más de 5000 pies de altura.
He visto los rascacielos de la gran manzana, transformarse en pequeños rectángulos grisáceos, destacando tímidamente entre las últimas luces de la tarde…
Y aunque resulte gracioso pensarlo, ese monstruo de ciudad que a la altura de nuestros ojos parecía tan grande y poderosa apenas se asemeja a un montón de juegos Lego para niños desde aquí arriba. Una ciudad de juguete, hecha de plástico duro, que se ha ido perdiendo sin más bajo mi vista.
Y tú, que me decías el otro día cuando paseábamos juntos por las grandes avenidas, sintiéndonos bien pequeños a su lado: “Fíjate… esos rascacielos… hieren el cielo como flechas...”
Hoy apenas he visto sus flechas tres segundos antes de que se perdieran en la distancia, conforme nos alzábamos entre las nubes.
Ahora volamos sobre el océano; ese inmenso océano que me está separando nuevamente de ti y que me vuelve a dejar en el patio de la casa de mi abuela llorando.

Cómo aquella mañana en que al despertarme salí corriendo a buscarla, con la cara empapada en llanto, porque se habían marchitado durante la noche todos los jazmines que ella había colocado la tarde anterior en mi cabello.
Ella me llenaba la cabeza de tirabuzones; liándome los mechones de cabello entre los dedos, sin ayuda de peines ni de nada más que sus propias manos.
Luego, antes de que oscureciera, yo la ayudaba a recoger las flores aún cerradas del patio y me enseñaba a ensartarlas, una a una en un hilo blanco. Hacíamos adornos para el pelo que ella disponía entre mis rizos y que justo al anochecer empezaban a abrir sus flores desprendiendo un intenso aroma.
Recuerdo la primera vez, que al instante de sentir su olor, pensé que aquello era una forma más de magia…Y respiré muy hondo, sintiendo la fragancia de los jazmines flotando alrededor de mi cabeza. Por eso aquella noche quise dormir con ellos.
¡Cuantos recuerdos, viven aún en mi memoria de aquellos días...!
Por eso será, que aún me gusta tanto el olor de los jazmines y que añoro inmensamente las noches de Andalucía a las que quiero volver contigo…
Para que veas como lucen las estrellas y brilla el Lucero del alba y te inundes con los aromas de las flores mezclándose en el aire de la noche y respires también el olor intenso del aceite flotando sobre los campos y puedas ver las casitas desde el cerro del pueblo, que se ven blancas y brillantes como pequeñas lunas llenas de vida…
Y así, aprendas a reconocer aquella tierra por sus olores cómo yo aprendí a hacerlo cuando era niña.
Y volveré a ponerme flores en el pelo… como aquel verano, cuando cumplí los 9 años.
Ayer por la noche, eran tus manos las que estaban enredadas entre mi pelo, deshaciéndome los rizos que con tanto empeño hiciese mi abuela hace ya tanto tiempo.
Y ahora, ya no quiero sostenerme más en la nostalgia, ni vaciarme frente a estas hojas de mi pensar, sólo me evadiré del mundo, de su realidad… Para ver como nace la noche empezando a salpicar el cielo de múltiples luces pequeñas y brillantes.
No quisiera dormirme en el transcurso del vuelo, no quisiera que me venciera el sueño y cerrar los ojos y perderme todo cuanto se puede ver desde aquí arriba, ni esta, la noche más corta, porque apenas en dos horas estaremos en otro continente y allí serán ya las primeras horas del alba.
….…….
Acaba de amanecer en Europa y el mapa que tengo frente a mis ojos me indica que ya volamos sobre Francia. Miro por la ventana y a pesar de mi tristeza, allí está Venus de nuevo cambiando de continente.
Creo que falta apenas una hora y media para aterrizar en Barcelona, la ciudad donde nací y crecí la mayor parte del tiempo, lejos de mi abuela María.
Y me detengo a pensar si acaso…
Pudiese tener tanta magia como aquel Dios pintor que dibujó con colores las tardes de mi infancia y poner el día boca abajo…
Para atrapar el giro del tiempo y así caerme de nuevo en tu noche, tibia y limpia…
Y ser como la lluvia-milagro que cayó aquel verano en Andalucía.


Lucíabluesindreams

Imagen "Venus y Luna" tomada de Wikipedia: http://es.wikipedia.org/wiki/Lucero_del_alba
Imagen "Invocación a la lluvia" de Teresa "Fábulas" en Flickr: http://www.flickr.com/photos/teresafabulas/3758850554/in/set-72157620825094270/
Relato para la revista "El descensor", si quieres conocer esta revista pincha aquí:


1 comentario:

Teresa Fábulas dijo...

Qué maravilla leer tus recuerdos, Mayde.
Esa abuela llena de magia que te llenó de magia a tí y te dió el don de saber contar recuerdos, de darle forma a los sentimientos y colores a las letras...
Gracias de nuevo por acercarte un día a mí!