jueves, 2 de julio de 2009

La noche desde su cuna





Hoy veo nacer la noche desde arriba...

Estoy volando a 5000 pies de altura y hace una hora que quedó atrás Nueva York.
Mientras el avión subía más y más atravesando las nubes, empecé a ver como se empequeñecía todo; como los edificios se hacían chiquitos como dados, incluso los más altos, aquellos grandes rascacielos que un día, paseando bajo ellos, yo te dije: "Fíjate hieren el cielo como flechas"...


Y ahora, desde aquí arriba, aunque resulte gracioso, apenas parecen un montón de juegos Lego para niños. Una ciudad de juguete hecha de plástico duro que se va perdiendo en la distancia.
Ya la tierra firme quedó atrás y sólo veo cielo arriba y océano abajo. Ese inmenso océano que me está separando nuevamente de ti.

¿Sabes?, acaba de aparecer ahora la primera estrella justo en el trozo de cielo que puedo ver a través de mi ventana. Me distraje apenas unos momentos mirando el rostro de la azafata que me tocaba el hombro preguntándome si me apetecía tomar algún refresco y cuando me he girado de nuevo ya estaba allí brillando intensamente.

Sé que esa estrella hermosa que brilla tanto es el planeta Venus, aunque mi abuela lo llamara el "Lucero del alba" porque era el astro que más brillaba cuando empezaba a nacer el sol y no desaparecía hasta ya bien entrada la luz de la mañana.

Recuerdo que cuando era niña, le pregunté un día a mi abuela quien decidía que fuese ella la primera y la última estrella del cielo. Me dijo, que por supuesto, era Dios… El mismo al que yo rezaba cada noche antes de irme a dormir como una buena niña.

Ahora veo que por momentos, sus destellos se tornan rojizos. Y me imagino, que eso sucede porque está tan cerca del sol que quiere imitar el color de este en el ocaso.



Como en los largos atardeceres que yo veía de pequeña en el patio de la casa de mi abuela. El cielo se inundaba de tonos acaramelados y yo le preguntaba entonces a ella porqué el sol ponía la tarde roja y las nubes tan anaranjadas.
Ella sonreía y me decía que era magia. Que había alguien ahí arriba pintando con su paleta la tarde multicolores sólo por el placer de que los humanos pudiésemos ver con nuestros ojos aquella maravilla desde la tierra.

Y yo, bastante conforme por entonces con aquella explicación, sonreía imaginándome a aquel Dios pintor, que con la bata y las manos llenas de manchas teñía el cielo de colores. A veces, hasta me imaginaba a su madre regañándolo como hacía conmigo la mía cuando me ensuciaba pintando con témperas en un papel los garabatos que luego mi abuela colgaba orgullosa en las paredes de su casa.

Recuerdo también que muchas tardes ella se entretenía llenándome la cabeza de tirabuzones, liando tan solo los mechones del pelo entre sus dedos, sin ayuda de peines ni de nada.
Luego antes de que oscureciera, yo la ayudaba a recoger los jazmines del patio aún cerrados y me enseñaba a ensartarlos con un hilo haciendo adornos para el pelo.
Empezaban a abrirse desprendiendo su aroma justo al anochecer.
También yo pensaba por entonces que aquello era magia y respiraba muy hondo sintiendo la fragancia flotando alrededor de mi cabeza ensortijada con las pequeñas flores recién abiertas.



Por eso será, que aún me gusta tanto el olor de los jazmines y que añoro inmensamente las noches de Andalucía, a las que quiero volver un día contigo para que veas como lucen las estrellas y los aromas de flores se mezclan con el aire y las casitas se ven blancas como lunas llenas de vida.

Y seguro, que me voy a poner flores en el pelo…

Ayer por la noche eras tú el que tenía los dedos enredados entre mi pelo. Deshaciéndome los rizos que con tanto empeño hiciese mi abuela hace tantos años.

Y ahora sólo quiero evadirme del mundo y contemplar Venus, que ya está perdiendo su rojo tornándose amarillo, conforme nace la noche y el cielo va salpicándose de pequeñas y múltiples estrellas.



Es curioso, que hoy que estoy más cerca que nunca de ellas, no pueda verlas bien. Pues aparecen borrosas a través de tantas lágrimas de niña triste que resbalan por mi cara.

No quiero dormirme, no quiero cerrar los ojos y perderme este cielo, de esta, la noche más corta, por que apenas en dos horas más sé que se va a hacer de día.

Ahora ya estoy en Europa. Y aquí está Venus de nuevo, cambiando de continente. Creo que falta apenas una hora y media para aterrizar y quisiera tener tanta magia como el Dios pintor que dibujaba con colores las tardes de mi niñez y poner este día boca abajo para atrapar de nuevo el giro del tiempo y caerme en tu noche antes de que me venza el sueño.


Lucíabluesindreams

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