lunes, 14 de diciembre de 2009

Enciéndete
















Cuando ayer nos amábamos
tú por tu lado y yo por el mío
y los dos por el mismo camino…
Gozando en nuestra dicha
poemas imaginarios
volaban desde mi pecho
formando nuestras nuevas alas
en mi loca fantasía

Me perdía en tu deseo
en tus ojos y en tu piel
en tus valles 

tus montañas
tus arrecifes
En tus manos
que desbordaban mis mares
mis pasiones...
Y en las mías que eran hiedra
al sentirte tan cerca
Como el chocolate que impregnaba
con su densa materia
la blanca taza
que ayer en la noche nos deleitaba…
Así quiero impregnarte a ti
dormirme siempre en tu abrazo
en tus besos
en tus labios

en tu mundo
Despertar tu sueño
y alcanzarlo
tenerte y que me tengas
hoy 

mañana 
y otro día
Y ser la voz de la alegría
el canto que te pronuncie

enciéndete mi amor
enciéndete,
con mi nostalgia de ti
enciéndete 

frente mis ojos
Y crecerme en tu fantasía
ser la musa que te marca
que dicta los sueños o que pauta
que te da la vida

el verbo
el suspiro
el beso
la ternura
lo dulce
lo salvaje
y abismal
que es tenerte encendido

Enciéndete mi amor
enciéndete
Y piensa en mi
cuando yo no esté allí 

para encenderte



domingo, 13 de diciembre de 2009

As de corazones















Corazón de selva;
jungla clareada
donde el huracán tiembla a su paso.
Has nacido de la herrumbre,
del amor primitivo,
del fuego y de la arena
del mundo sin colores.


Tus ojos clarean destiempos
en que habitándonos
rezumaba la gloria
cuando tus manos 

me moldeaban
y tu piel era mi coraza
y mi destino,
el más incierto...



















Mi corazón es de fuego
y no de jungla
ni de selva.


Mi camino está en el aire
y no en la tierra
ni en una playa desierta
junto a tu nombre

Mi amor ya no te puebla,
no te acaricia en la madrugada
No vela ya por tus sueños
ni por tus tinieblas

Primitivas las razones
en que amarse era una causa,
hundir victoriosa tu espada
en los abismos del cáliz de una vida
que te llamaba a renacer de nuevo
cada vez que me amabas
yo moría entre tus dedos...
Me hacía un ser del agua
me licuaba
era mujer de nuevo
y volaba
¡Sí, volaba!
Hasta el cielo más azul e inmenso
como un ángel de amor
entre tus brazos

Ahora sólo nos queda...

Llorar de ganas
y a destiempo,
siempre a destiempo
y tan lejanos

Lucíabluesindreams









jueves, 10 de diciembre de 2009

Luna de Diciembre


















Luna de Diciembre;
ayer olvido,
hoy sueño perdido,
mañana libertad.
Uno aprende y aprende
con la cabeza alta
y los ojos bien abiertos
el más incierto destino…

Entre mis manos aun tiembla
el sueño de haberte tenido
hace 500 milenios 

cerca del sol.
Horizonte 
ahora en calma
en el que nace con cada despertar
una boreal aurora
para iluminar mis días

Anidando entre mis brazos,
lo que nunca he tenido,
lo que siempre tendré:
Tu amor celeste
y de aire

Nuestra fe moverá montañas
Satinando de verdes mis laderas,
azules serán mis versos
y tras la luna más clara
marchitará un viejo diciembre
en el que los sueños
como siempre
como casi siempre...
Seguirán siendo materia frágil
para el alma de un duende
o de una mujer de aire

Nostalgia sostenida:
olvídate de mi
y de mi andar en esta vida
Vuelve a dormir frente
a tu tierna niñez,


frente a tu olvido;
emprende un nuevo rumbo,
cobíjate a su espalda
y habita en una casita tan cerca
del cielo y de las nubes,
que ya no me necesites
ni tengas que buscarme nunca.




"Porque existen sueños, que por ser de aire,
son frágiles como una luna de diciembre...

Llorar de ganas y a destiempo,
siempre a destiempo y tan lejanos...
Pintando de azul el recuerdo;
tú en tu casita 

tan cerca del cielo
yo en el valle de mis lágrimas"


Lucíabluesindreams




miércoles, 2 de diciembre de 2009

Errante

















¿Mi corazón desprendido
volviendo a unirse a la rama?
Por mis sueños sigo errante.

Mañana, el rocío
borrará todo lo escrito.
Después, sólo silencio y lluvia.

Cuecen los ojos,
las horas van cayendo como lágrimas...
Amor de selva.

lunes, 30 de noviembre de 2009

A-M-O-R , A-M-O-R

Amor, amor
amor alado
amor que viene y se va
amor de un mismo tiempo
amor mi Única verdad


Amor dueño de todas las eras
de cada causa que me enraíza
amor volcán
amor fugaz
amor del viento
 amor secreto
amor de dunas y beso
amor manso y soleado


Amor cautivo en la carne
amor carne de los versos
amor poeta
amor insulso
amor inocente
amor a la deriva


Amor de sábanas enlazadas
al placer de los sentidos
amor latido de alcoba
 amor de cuencos vacíos
 de ojos hechos de lluvia



Amor horizontal
que embriaga mis soledades
amor que enerva los vellos
amor que inventa palabras
amor pecado, amor marcado
amor a contratiempo
amor sin medida
 
amor de entraña
amor de vida
amor huido
amor lamento
amor el verbo

Amor de Dios
amor de nadie
amor de invierno
 
amor de ti 
que no tengo


***
Amor universal, amor caucásico
amor revelador
amor la fuerza que arrasa
mi único corazón de selva
 
amor de sueños lanzados 
amor de labios
amor del tiempo el presagio


Amor de ti
amor de nadie

 amor de tantos…
Amor pobre de amor,
amor no vengas a mí
porque yo a ti no regreso


sábado, 21 de noviembre de 2009

Sentada frente al mar...


Lucíabluesindreams

Extracto de los "Amantes del cubo"

Versos de Lucía...

Lenguas de fuego se acoplan
A una era entera de placeres milenarios…
Desnudando los mudos lugares
en que ya no habitará más
la calma tras su paso.

Teoremas inimaginarios,
gozar sin pausas en las cumbres de su cielo,
llenar las horas con los celos
cuando sus labios se vuelan
hacia otras causas.

Alas en los sueños y en los brazos,
manos que recorren en pensamientos
la piel del alma,

cercando los lugares en que habita
lo que nos hace inenarrables y certeros



***

El mar o la mar,
cómo narran los que se sueñan poetas.
Cunas de arenas amantes;
rumor de besos fundidos en la orilla.


Sentada frente al mar,
resumo todo cuanto para mi razón
se hace hermoso
A ojos cerrados,
que traen hasta mi recuerdo
el sabor vino atardecer
que soñé encontrar en sus labios.


Como aquellos amaneceres,
en que despertaba contemplándome
en el mar y ansiando ser su dueña.
Y las tardes que temblaron
al crujir de mis años,
entre tantas dunas soleadas
que dibujaron sus ausencias entre mis dedos.


Amapola dormida a la entraña de una luz oscura;
volcán de las ternuras sostenidas,
cumbres que se aman,
que enmudecen de verbos
cuando a la luz de los candiles
las palabras sobran si los amantes se visten
con sus sueños.

Un mar inmenso,
un bravo manantial de azules a mis pies...
El buen amor es eso,
no tener que inventarme las razones
para pensarte.

Cómo el gran vino deja su aroma, 
para siempre,
en tu recuerdo pituitario,
el buen amor te entrega
el sabor del amar profundo;
te enciende,
te deja la razón en cueros
desatinando en tu propio fuego
a los pies de la mar, de la arena
o de una hoguera encendida.

viernes, 20 de noviembre de 2009

Noche de aire



Tengo un examen mañana y sin embargo estoy aquí… vaciándome frente a la noche de palabras.
El cansancio tira de mis tendones y mi mente apenas puede concentrarse en lo ahora que debiera. Tantas veces siento que es inútil forzar el espíritu a lo que no me regala bienestares…
La música fecunda el silencio y agranda el brillo azul de mis estrellas.
Estoy escribiendo, porque hay un eco palpitando que no puedo comprender. Los dulces recuerdos cabalgan sobre mi memoria, tirando de nuevo con furia de mi hacia un tiempo que ya no es mio, ni es de nadie.
Me alejo con el sentimiento y la razón en lucha. Es bello sentir el cuerpo, elevarse durante instantes con el gozo mágico de la respiración detrás de las lágrimas. Y es más sencillo de lo que parece, caminar desnuda por la vida.
Y estoy de nuevo llorando porque sé que he dado un nuevo paso para la eternidad y que al fin he cerrado las puertas de mi memoria al círculo de su pasión.

Vuelvo a volar de mi intimidad, a huir del cuerpo que me tuvo junto a su piel. A dejar de vivir donde los recuerdos me resuenan como un corazón gigante. 



Me obligo a vivir en el aire una vez más,

a huir del rigor de la noche,
a llevar un trocito de mi canción
al país de la tristeza.
Lloro porque esta noche será mi último llanto,
por que ya no voy a descansar
bajo su corazón de selva,
por que me quedé despoblada de todas sus causas.





















Hoy, que mi fe de amor vuelve a ser una flecha que busca el centro del Universo, dejo de andar hacia atrás para recoger cachitos de nostalgia.
Me detengo y converso frente a mis sueños de aire, igual que de niña le hablaba sin palabras a la que se me aparecía ante el espejo jugando a ser otra persona.


Sé que basta cerrar los ojos hacia adentro para dominar mi pequeño mundo, para renacer cuando llegan estas noches de aire y mi dulce hada me pone un corazón de fuego otra vez dentro del pecho, en el que nazcan de nuevo las amapolas y mi vida no se base en lo que no retuve sino en la fe de lo que tendré.



Esta noche, se perderán todas las lágrimas tras el silencio del alba. Cuando vuelen de mis manos las palabras, que ya no volveré a transformar jamás en versos…
No las puedo guardar como lisonjas, ni puedo llenarme de lluvia cuando la vida me regala vivir en un nuevo sueño.


"No hay nada más difícil en este mundo que ser una Mujer de aire…"
No me compadezco de mi misma, es sólo que a veces me aturde mucho ser así. Vivo más tiempo habitando en mis mundos de cristal que en la realidad de las cosas. ¿Qué es la realidad? En que lugar será aquel en donde empiezan y acaban los sueños… ¿Dónde se hallará el que me ayude a comprenderlo…?
A veces me siento tan fuerte para alcanzarlo, tan libre de no pertenecer a nadie, que ni siquiera me pertenezco yo. Entonces es, cuando más dudo, cuando sigo prefiriendo la soledad y el cobijo único de la noche llena de alma.

He aprendido a hablar más para mi misma que para los otros, a no ser diurna ni nocturna, a deleitarme sólo con el azul más intenso del cielo.
Ahora que tanto me cuesta amar…
Sé que un día volveré a hacerlo tan profunda y desmesuradamente, que todos los libros de poesía volverán a ser inútiles y las palabras se quedaran pequeñas para nombrarlas.

Y olvidaré para siempre aquello que alguien escribió una vez:


"Las mujeres de aire,
cuando se van,
dejan un frío intenso en el alma".


Porque yo tengo un corazón de fuego.
Tengo un examen mañana y sin duda voy a suspenderlo…


Lucíabluesindreams

sábado, 14 de noviembre de 2009

Besos de chocolate


El amor se disfraza de ángel
cuando se asoma a tu linda cara
y al acercarme a tus ojos,
ventanas del deseo,
se transforma en loco diablo
que desborda de pasión y de sueños…

Y las chispas de tus ojos de fuego
penetran en los míos como rayos de luz ardiente
y la música de tu guitarra
inunda mi corazón,
mi pobre corazón desnudo al aire
que va latiendo salvaje al ritmo de tu locura.
***
Y con la magia de un sueño
me transformo en poeta…
Sólo por imaginar el sabor que tendrán tus besos,
por soñar con su dulzura y dormirme sintiendo
que están muy cerca de esconderse tras
mis labios.

Me rescata de mi ensueño la luz tenue de la aurora
y te veo frente a mí
con los ojos encendidos por la chispa del amor
con el alma en cueros
y el cuerpo ardiente por deshacerte
en mis entrañas.
***
Y tú me cubres de besos,
de besos de chocolate
besos cálidos y espesos,
que se esparcen por mi piel y se funden en con mi boca,
en la miel de mis labios,
mezclando aromas y sabores
en nuestros cuerpos desnudos
locos por el deseo,
ciegos por la pasión.
***

sábado, 7 de noviembre de 2009

De niña...

De niña,
en mis sueños,
subía por las franjas luminosas de la aurora
antes de que se dibujara el sol.

Despierta ya,
recomponía historias.
Desplegabas las alas junto a la almohada.
Sabía, que todo era un invento.

Entonces bostezaba,
caminaba de puntillas por la casa
y olía el aire que inesperadamente
me hacía inventar un mundo nuevo
en el que dormir 
un día más mis sueños.
De niña,  yo veía cosas.
Cosas tan increíbles y hermosas
que jamás supe como contar a nadie.

Lucíabluesindreams

viernes, 23 de octubre de 2009

Pegaso Blanco





















Y yo que me prometí
tener siempre razones
para entregar mis alas a la brisa
Olvidé como escapar
ante la puerta sellada
de una vida...

Nubes que empañan los ojos,
gritando en vano su nombre…

Días en que no ríes, ni lloras,
ni vives, ni engendras,
ni mueres, ni penas.
Sólo resistes heroica,
una vez más…
El paso del tiempo entre los árboles.


Quiero ser como el Pegaso blanco;
que nunca llora ni se agota…
Tener las alas libres y de aire,
el corazón limpio, de fuego
y tu mundo de cristal
abierto frente a mis ojos.


Llámame AMOR
con todas sus cinco letras
Soy yo tu noche constelada,
tu día soleado del mes Abril
Invierno malva y cálido verano
Flor y apasionado verso.
Verdad y penitencia,
camino y destierro,
olas y dunas en el valle del destino.
Luna y orilla donde bañarte.
Pegaso blanco.
Hija de mercurio
de la mar y del tiempo.


Habítame.
Haz que tiemble mi niña en cueros,
arráncame de las venas a esta mujer de aire.
Porque quiero ser tan sólo y al final del camino,
la imposible Eva, inmortal y tierna
por tu amor regada.



Lucíabluesindreams






sábado, 17 de octubre de 2009

No hay causa...

NO HAY CAUSA SIN TUS PALABRAS
Último adiós en este otoño
Sueño imposible de mi niñez

Dulce compás el de las hojas muertas
Fin de un viejo camino
Trémula eternidad en manos de nadie


Hijos del nuevo mundo
Lobos solitarios
Sin amor, sin heridas, sin paz


Amil Abasash, "De los amantes del cubo"



Amil Abasash era un muchacho iraní de 18 años de edad. Tenía el pelo lacio, de un intenso azabache, la piel olivácea y unos ojos grandes con forma de almendra muy parecidos a los de su abuelo materno Josuah. Aunque el detalle más peculiar del rostro de Amil era el hoyuelo profundo que le partía la barbilla en dos y que destacando bajo la línea fina de sus labios, otorgaba al conjunto de su cara una belleza de rasgos más parecidos al porte griego que al de las propias gentes de su tierra persa.
El viejo Joshua, había sido su protector desde que el muchacho siendo un niño quedara huérfano de padre y madre.
Cuando Amil creció, dejando atrás su primera infancia, le enseñó a trabajar la madera como él mismo lo hacía y a cuidar del rebaño que tenía la familia. Y ambas cosas eran suficientes para subsistir en aquella época de una forma modesta, tal como debía ser según las creencias religiosas que tenían. Pero al mismo tiempo que se formaba el cuerpo del joven Amil, transformándose en el de un hombre, su abuelo se preocupaba con gran ahínco del crecimiento de su espíritu. Su mayor deseo había sido encaminarlo hacía la espiritualidad que encerraba la filosofía del sufismo, legado del cual un día debería ser portador el muchacho, porque así era siempre la tradición: de padre a hijo. Y dado que Joshua había perdido a su propio hijo en una expedición que éste realizó hacia otras tierras, era Amil el pequeño heredero que el anciano maestro atesoraba hasta convertirlo en un hombre de juicio.
Joshua había sido desde joven, un hombre de dones y valores; uno de los sabios discípulos del sufismo que habitaban aquellas tierras persas.
Poseía conocimientos de astrología, de alquimia, conocía ciertos métodos adivinatorios y tenía dones para sanar las enfermedades más irremediables que achacaban a las gentes que se acercaban hasta su casa.
Joshua había ido adquiriendo con el paso de los años el acceso a los misterios de su filosofía como premio a haber sido desde joven un hombre de espíritu sereno, amante de la mística, de la vida y de todos los secretos que para un sufí ésta encerraba.
Amil, recordaba su niñez en una casa dichosa, llena de vida; en la que siempre estaban las puertas abiertas, pues el abuelo recibía las visitas que llegaban hasta allí a veces de tierras muy lejanas. Gentes que se acercaban a él para pedirle consejo ante un problema o para rogarle el remedio para sanar alguna dolencia que les aquejaba. Y en aquella casa entraban y salían pobres, ricos, hombres, mujeres y niños que eran igualmente bienvenidos y atendidos por Joshua con la misma seriedad, porque según decían los escritos más antiguos para un sufí cualquier hombre era un universo único y excepcional que merecía la estima y confianza de dios, o lo compasión y protección de sus iguales, si así lo precisaba.

Y así había ido transcurriendo el tiempo, desde que Amil recordara en su joven memoria, hasta que un día con 98 años su abuelo murió de viejo una noche de junio justo 12 horas después de hablar con él sobre el secreto que debía desvelarle el día que el muchacho cumpliese sus 18 años. Ese mismo día, al despertarse, Joshua había escrito en un pergamino el nombre de su nieto, la fecha de su nacimiento y una frase en la que ponía la palabra “desierto”. Lo enrolló con sumo cuidado y lo guardó en uno de sus bolsillos. Al caer la tarde, llamó al muchacho llevándoselo tras la casa al patio de los olivos y le pidió a su hermana Sabasha que les trajese unas vasijas con vino.
Amil se sentó frente al abuelo, con las piernas cruzadas apoyando la espalda en el tronco de un viejo olivo, y él anciano le ofreció una vasija llena de vino para que bebiese. Se quedo unos instantes contemplándolo con gran estima, mientras sonreía y le decía emocionado: "Ahora ya eres un hombre Amil y puedes compartir el vino con los demás hombres". Entonces, como si de un ritual se tratase aquel encuentro, sacó el pergamino que llevaba escrito el nombre del muchacho y empezó a desplegarlo mientras le contaba que ya tenía edad para que le fuesen desvelados los secretos del cubo y le entregó el pergamino pidiéndole que pusiese su mente en blanco y que la dejara volar libremente ante las preguntas que iba a empezar a hacerle.
"Se trata de que puedas verlo todo sin los tabúes de la mente hijo mío, porque este juego la única magia que necesita es aquella que surja de tu interior..."

Amil escuchaba atentamente, casi maravillado ante aquel nuevo misterio que su abuelo le mostraba esta vez como un regalo a sus 18 años recién cumplidos. Y el muchacho recordó en ese momento, que desde los doce cada año que había pasado junto a Joshua el día que celebraban su natividad, su abuelo preparaba una nueva sorpresa para él a veces a modo de adivinanza otras era un misterio sobre el cosmos y el origen del hombre, pero de cualquier modo conseguía despertar en Amil tal inquietud por descubrirlo que el muchacho se pasaba días y días enteros cavilando las posibles respuestas.
Pero esta vez era diferente, lo mismo que el semblante de Joshua también lo era. Mostraba en la expresión de su rostro un aire de seriedad absoluta y no la picardía que otras veces había delatado cuando llevaba a Amil hacia un nuevo interrogante del hombre o de la vida. Y aquella tarde, el anciano estaba tan interesado en que el espíritu de Amil se adentrara en una búsqueda sin fin, que sus gestos lo delataban y no paraba de frotarse las manos mientras miraba a su nieto con una adoración, que nunca antes el muchacho había percibido del mismo modo. Juntó las palmas de las manos y le pidió que por primera vez no pensara demasiado tiempo la respuesta a las preguntas que iba a empezar a hacerle, sino que se dejase llevar por lo que su imaginación le trajese a la mente en cada momento.
Y con gran lentitud y gravedad en el tono empleado, empezó a hablarle al muchacho del origen de aquel misterio al que dio el curioso nombre de "Juego sufí del cubo".
Le contó que era un juego tan antiguo que ni siquiera había nada escrito sobre él, que se había ido transmitiendo oralmente de padre a hijo a través del tiempo y las generaciones y que se creía que le había sido entregado a un antiguo maestro del sufismo como el regalo a su largo retiro en el desierto. Y por ese motivo, era el desierto la primera imagen que la persona debía imaginar porque aquel era el paraje inhóspito donde iban a enmarcarse el resto de símbolos que uno tras uno se irían desvelando al interpretar las respuestas dadas por el alumno para cada uno de ellos. Unos símbolos que habían sido tan bien escogidos, que servían del mismo modo para descubrir a cualquier persona, fuera hombre o mujer, de una u otra raza, civilización, o creencias religiosas.
Y ya cuando acabó de explicarle el origen y el poder de autoconocimiento que se encerraba en aquel juego, volvió a insistir repitiéndole:
" Deja tu mente en blanco, Amil e imagínate sólo un desierto. Sé que nunca lo has visitado, más es ese paraje al primer lugar al que debes transportarte para iniciarte en el juego".

Entonces le entregó a Amil el pergamino que había desdoblado con sumo cuidado que ahora tenía escrito bajo el nombre y la fecha de nacimiento del muchacho un título en el que se leía "El desierto de Amil Abasah". Y debajo de un espacio en blanco en el que se suponía que el joven debía escribir todo cuanto le sugiriera el desierto, había otro título que decía: "El cubo de Amil". Y todos ellos estaban escritos con unas letras de tal perfección en la grafía, tan delicadamente pinceladas, que sólo un escriba sufí de manos expertas y cultivadas en aquel arte como era el viejo Joshua, podía llegar a conseguir.
Amil tomó un trago largo del vino, llenándose el paladar de un sabor exquisito que para él era también completamente nuevo. Miro al anciano, le dio la vasija para que se la sostuviera y tomo en sus manos el pergamino, sorprendiéndose mientras sonreía de que era su nombre completo lo que estaba inscrito en él.
Joshua empezó a decirle, mientras juntaba las palmas de las manos a modo de rezo:

"Imagina tu desierto Amil, piensa cómo lo ves... sumérgete en él. Deja que te calen las sensaciones, es el lugar donde estás ahora, siéntelo, cobíjate si hace falta, hazlo tuyo. Tienes en tus manos ese pergamino, traza en él lo que te sugiera el desierto que estás viendo, todo cuanto venga hasta ti, para no olvidarlo nunca, pues éste juego va a servir para el resto de tu vida y vas a recordarlo aún incluso el día que llegues a ser tan viejo como yo".

Y el joven Amil, se quedó pensativo unos instantes y antes de describir con letras o sensaciones su imagen recién creada de aquel lugar al que trasladó sus sentidos y percepciones, se puso a hacer un dibujo en aquel pergamino y luego fue trazando en él pequeños detalles que asomaban en cualquier rincón dando más vida a su desierto. Y cuando hubo acabado el dibujo, le preguntó al abuelo si podía escribir en persa, y éste asintió con la cabeza. Entonces Amil escribió bajo el dibujo todas las palabras que aquel cuadro le sugería, subrayando con dos trazos entre todas ellas la palabra "inmensidad".

Joshua le había enseñado a escribir desde niño y a esas alturas el muchacho ya dominaba la lengua como ningún joven de la aldea lo hubiese hecho a una edad tan temprana. Pero el persa era su lengua materna ya que el árabe solo lo empleaban para leer los textos antiguos y para cantar los salmos purificadores que usaban en sus oraciones, y por ese motivo el persa era la lengua con la que mejor se expresaba y podía identificarse, así que el pergamino del desierto de Amil se lleno de dibujos y palabras persas en menos de diez minutos. Cuando acabó, levantó la cabeza satisfecho y sonrió con los ojos al abuelo acercándole el pergamino mientras le decía: "Abuelo mira, Mi desierto está lleno de vida y es infinito como una noche de estrellas". Y el anciano le devolvió la sonrisa posando su mano derecha sobre la rodilla del joven y descubriendo sin demasiada sorpresa, pues conocía a su nieto como a la palma de su propia mano, que el desierto de Amil era muy parecido al que él mismo había imaginado la primera vez que su padre le había enseñado aquel juego sufí el día que Joshua había cumplido también los 18 años.
Empezaba a caer la tarde a espaldas de ambos llenando el aire con las fragancias de los jazmines que Sabasha tenía alrededor de la casa y que empezaban a abrirse uno tras otro. Más tarde, les llegó el aroma que se escapaba de la cocina en la que ella preparaba un guiso de carne de cordero para agasajar al joven Amil en su día. Se percibían entremezclados también los olores de las especias tan intensas flotando en la atmósfera, que parecía que estuviesen en un mercado oriental en vez de en el patio trasero de la casa.
Y una tras una, el anciano fue haciendo a su nieto todas las preguntas cuyas respuestas a través de dibujos imaginativos y de palabras el muchacho seguía plasmando en el pergamino. Amil entrecerraba cada vez los párpados, transportándose a aquel lugar del desierto que nunca en la realidad había visitado pero que casi de una forma extraña y mágica invadía en aquellos momentos todo su ser, hasta hacerle incluso sentir que aquel curioso juego se adentraba tanto en su interior que su mano era ya sólo una herramienta, una prolongación del espíritu que proyectaba en el papel todo cuanto su yo más interno deseaba entrever bajo la sugestión del juego.
Cuando Amil acabó, Joshua le desveló uno por uno, el significado de los seis símbolos. El rostro del joven se iba transformando por momentos entre gestos de sorpresa y expresiones de franca gratitud ante aquel legado de sabiduría que una vez más el viejo anciano le entregaba.
Y así se fue aquella tarde de Junio, la última que ambos; nieto y abuelo pasaran juntos. Y ya cuando cayó la noche, miraron hacía arriba y vieron como un tapiz de estrellas les cubría de tal forma que apenas se vislumbraban ya los gestos de sus rostros. Entonces, entraron en la casa para compartir junto a Sabasha, el guiso preparado para el festejo del joven. Y aquella mujer, que era la hermana más pequeña de Joshua, pudo ver también con sus ojos a un Amil diferente, mudo, un joven que casi en estado hipnótico se llevaba la comida hacia la boca, mientra perdía la mirada atravesando a ambos hermanos porque seguía aún en aquel desierto lejano que su abuelo le había hecho inventar hacía apenas un par de horas. Y aquella noche cuando la actividad del pensamiento le rindió de tanto imaginar, se quedó profundamente dormido en su camastro y soñó que estaba en aquel lugar; que era su desierto algo real y no el producto de su imaginación dibujado en un pergamino.
Entonces se vio así mismo descalzó pisando la arena, sintiendo en las plantas de los pies el calor y la textura fina del polvo, recorriendo aquel paraje palmo a palmo; primero a pie subiendo y bajando por las siluetas de las dunas y luego a lomos de un caballo que corría veloz hacia el horizonte.
Amil vivía con tal intensidad aquel sueño, que hasta el viento del desierto movía sus ropas y le traía olores nuevos al verde de un oasis y a frescor salvaje. Entonces se le ocurrió seguir la dirección del viento que le llegaba del norte y fue a toparse con un paraje donde el verdor era absoluto... realmente un hermoso oasis de esplendor en el que se apeó del caballo sorprendido ante tanta belleza. Y fue en aquella isla de tonos multicolores, rodeada de arena y dunas, donde de repente se encontró con el abuelo sentado bajo una palmera, envuelto en una bruma dorada que se desprendía de su cuerpo.

Joshua lo estaba mirando. Le pidió que se acercara, que se sentará a su lado y allí mismo bajo la palmera empezó a contarle que debía emprender con el rebaño un viaje hacia las tierras del norte, que en los montes de Erbulz encontraría la cueva del desierto y podría adentrarse paso a paso en los misterios que todo sufí debía conocer al dejar atrás la niñez y entrar en la edad madura. Entonces el anciano aún envuelto en la bruma dorada, abrazó a su nieto, se levantó y empezó a caminar hacia el horizonte alejándose del muchacho. Se giró sólo un momento despidiéndose de él mientras le sonreía y alzó la mano mirando por encima de su cabeza y Amil pudo ver maravillado como una escalera que se elevaba hacia arriba y parecía surgir de la nada estaba ahora junto a Joshua…
Y vio como el anciano empezaba a ascender por ella hasta perderse de su vista cielo arriba.

Y se acabó el sueño de ese modo, despertando a Amil de un sobresalto. Se calzó a tientas las sandalias que había dejado junto a su cama al acostarse y fue veloz hasta el lecho del abuelo. Entonces, en la oscuridad de la estancia en que dormía siempre el anciano, pudo ver alrededor de su cuerpo la misma bruma dorada que en el sueño y al acercarse y mirarle lo encontró con el gesto apaciguado y un fina línea en los labios, a modo de sonrisa, que permanecían ya sellados de todo misterio.
En ese momento el joven Amil, supo que el espíritu del anciano ya había emprendido su propio viaje. Entonces el muchacho se arrodilló ante él, con la cara desencajada por la tristeza de tener que resignarse a perderlo, mientras conmovido se abrazaba a su cuerpo de bruma y mientras le miraba a través de las lágrimas pudo ver como su rostro ahora parecía el de un niño, como sí tantos años vividos y tantas bonanzas realizadas día tras día hubiesen borrado toda huella del tiempo sobre su piel y al morir aquella noche, despidiéndose de él desde el mundo de los sueños, hubiese recuperado la juventud en la carne. Y el joven muchacho conmovido por aquella escena, vio reflejados sus propios rasgos en la cara del viejo Joshua como si de un espejo que ante el tuviese se tratase y empezó a cantarle versos sufies entre sollozos que decían algo así como:
"Oh mi viejo y amado padre en dios, que el corazón del cielo te ilumine para siempre".

Y así lentamente, empezó a levantar Amil el ánimo limpiando su voz con el canto hasta que despuntó el alba y la bruma dorada que había envuelto al anciano en la oscuridad de la noche, empezó a desvanecerse lentamente al colarse por la ventana los primeros rayos de sol que daban paso a un nuevo día.
Un caluroso día del mes de junio en el que un desfile interminable de hombres, mujeres y niños empezarían a peregrinar por la humilde casa del viejo Joshua, para darle su último adiós, mientras miraban por última vez el rostro del maestro sorprendidos de que a sus 98 años de edad la tersura y suavidad que enmarcaban sus facciones reflejaran una paz y serenidad tan profunda como la de un niño dormido.
Y Amil guardó el pergamino, como el tesoro más preciado que su abuelo le entregara, y empezó a cavilar en que lugar de los montes de Elburz podría dejar la tristeza que le aprisionaba en lo más profundo de su ser...

Lucíabluesindreams, de "Los amantes del cubo"